Aprovechando que el fin de semana salieron unos rayos de sol Ana y yo nos tiramos a la calle a disfrutar de ese mejor tiempo. Paseando pude observar una escena entre un padre y una de sus hijas. La niña no tendría más de cinco años y había sacado su bici para comenzar a practicar. En una pequeña cuesta no controlo la bici y termino llorando muy desconsolada diciendo que ni podía ni sabía, que no quería montar. Su padre se puso a su altura para poder hablar con ella. Era una mezcla entre tristeza y algo de miedo. En algunas ocasiones los niños -y los no tan niños- sienten que no pueden hacer algo, que les supera, que no podrán conseguir su objetivo, aunque los que les rodean piensen lo contrario. A veces, el miedo nos puede decir que nos faltan recursos para hacer algo, pero en ningún caso que no podamos hacerlo; nos ayuda a prepararnos con la adquisición de nuevos recursos que nos permiten afrontar estas nuevas situaciones.

RBA Ediciones
Mientras observaba esta escena me vino a la mente el cuento «El punto» de Peter H. Reynolds, editado por RBA. La historia de un niño en su clase de arte, en donde no sabe qué pintar puesto que nada se le ocurre. La confianza que deposita en él su profesora despertará las ganas de explorar unas posibilidades que Vashti no creía poseer. Se trata de escucha, confianza y respeto. Escucha de lo que dicen nuestros hijos o alumnos. Confianza en sus infinitos recursos y posibilidades. Y respeto a los tiempos y emociones de los que nos rodean. El cuento también habla de creatividad, experimentación y de exploración. De dejar a los niños su tiempo y su espacio para que puedan crear. Sus tiempos, no los nuestros. A partir del dibujo de un punto pequeño -que se puede perder en un espacio grande- Vashti va a comenzar a crear cosas mucho más grandes. Me gusta el final, donde el protagonista transmite la confianza que depositaron en él sobre otro niño. Un niño como fue Vashti hace no tanto tiempo. Demuestra lo importante que puede ser confiar en las posibilidades de nuestros hijos o alumnos incluso en las nuestras. Por otro lado serán expectativas siempre realistas. Y, además, pensemos que somos modelos que ellos reproducen más tarde. Algunas veces observo como mi hija pequeña repite con sus muñecos o sus hermanos las cosas que yo hago o digo. Esto me sirve para testar cómo estoy haciendo las cosas y si necesito cambiar, modificar o repetir mi comportamiento y frases con ella y sus hermanos. En muchos caso utilizamos palabras poderosas, aquellas que nos pueden motivar o hundir según como las empleemos, aunque de eso hablaremos mejor otro día.
Cuando surgen dudas sobre nuestras propias posibilidades nos cuesta avanzar, a los que ya no somos tan niños nos asusta el error, no ser capaces de hacer algo con suficiente destreza. Es en esos momentos cuando deberíamos recordar que siendo niños hacíamos muchas cosas una y otra vez sin tantos prejuicios, tan solo por el simple hecho de disfrutar haciéndolas. En el mundo competitivo en el que nos ha tocado vivir nos cuesta asumir el error, tal vez porque deberíamos cambiar su nombre y definirlo como una oportunidad de aprendizaje.
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