La vida que nos toca vivir está llena de prisa, de falta de tiempo, de inmediatez. Y, aunque sabemos que no es bueno para nuestros niños no podemos dejarnos llevar por ello en algunos momentos. Así, algunos días es difícil no transmitir a los niños esa falta de tiempo que nos invade. Tenemos prisa por llegar a los sitios, el tráfico -¡cuánto añoro mi ciudad natal, Segovia, en donde es posible ir, casi a cualquier sitio, andando!-, las citas ineludibles y los horarios constreñidos en los que nos vemos inmersos. Todo esto nos obliga a ser un reloj andante, tenemos que desayunar, vestirnos, ir al colegio y aunque las rutinas y los horarios son buenos para nosotros, todos sabemos que un despiste convierte el día en una carrera de obstáculos.
En algunas ocasiones se me va el tiempo, basta que me haya levantado con margen suficiente para ir holgada con todo lo que hay que hacer antes de salir de casa para que en dos segundos- yo de verdad que no sé cómo sucede- esté en la hora crítica que puede convertir llegar en hora al colegio en una realidad o no. Esto implica que tenga que meter prisa a Ana y, Ana, tiene su propio ritmo: ¡el de cinco años! Normal, no sabe lo que es un reloj, no tienen interiorizado ni las obligaciones ni la necesidad de llegar a los sitios en hora.
Cuando esto sucede intento que vaya más rápido lo que puede ser contraproducente para nuestro timing. Al final – y lo sé por experiencia- es mejor intentar llegar, pero sin transmitir nuestra impaciencia a nuestros hijos. Respirar hondo, fijarnos en lo importante y pensar que dos minutos no nos llevan a ningún sitio y lo que decimos si puede suponer mucho para nuestros niños.
Los días en los que voy peor de tiempo transmito a Ana ese nerviosismo que al final hace que ella también se ponga nerviosa y no atinamos con casi nada ninguna de las dos. Después me mira con cara de no tener claro lo que está pasando y me dice: “dame un abrazo, mamá”. Lo confieso: me derrito, desaparece la prisa y conseguimos un momento de pausa – ah, los abrazos, cuanto nos dan y cuánto echamos de menos los de algunas personas que ya no están. Muchos estudios demuestran los beneficios de los abrazos -podéis buscar en internet la multitud de artículos que hablan sobre el tema.

Edelvives
Buscando un cuento para regalar a una niña que cumplía ya ¡3 años! encontré “Mauro necesita un abrazo” de David Melling, publicado por Edelvives y en edición cartoné, lo que permite que lo manipulen niños más pequeños. Mauro se levanta una mañana de primavera y necesita una abrazo, pero no encuentra uno que le reconforte. La solución: mucho más sencilla y cercana de lo que pensaba. Cuando realicé mi trabajo final de Formación Profesional estaba descatalogado, ¡no había forma de encontrarlo por ningún lado! Poder comprarlo ha sido una suerte, contárselo a Ana ¡todavía mejor!. Aunque Ana y yo somos muy de abrazos jugamos a abrazarnos más – podéis cambiar «Ana» por el nombre que queráis o por el número de niños que tengáis en clase. El contacto físico, la complicidad con las personas que nos cuidan o quieren, los abrazos de amigos… hay tantos tipos de abrazos como personas. Para los niños pequeños el contacto físico es fundamental para su buen desarrollo físico, intelectual y, sobre todo, afectivo. Y, en algunas ocasiones los cuentos nos ayudan a recordárselo a ellos y recordarlo, también, nosotros. No debemos perder de vista que no sólo debemos trabajar con ellos emociones como la rabia o los celos, también tenemos que trabajar la alegría, el amor o la felicidad.
Los niños son bajitos, les faltan un montón de conocimientos por adquirir y nosotros, los adultos, estamos a su lado, para acompañarles en el camino tan maravilloso -aunque a veces árido- que les convertirá primero en adolescentes y, más tarde, en adultos. No les subestimemos, son muy sabios. Ellos saben que necesitan un abrazo, tal vez nosotros, mayores, también -aunque nos cueste reconocerlo.
Ahora, disfrutar del cuento y, sobre todo, de los abrazos.
Que gran verdad!! Como casi siempre que leo una de tus entradas me dejo llevar por las frases y no hay ni una sola vez que no sonríe, no recuerde o no aprenda algo nuevo. Hoy, soy consciente de que necesito muchos abrazos, quizás más de los que crea. El primer paso es darse cue ta, el segundo pedirlos. Gracias!
Es verdad que en este mundo de prisa e inmediatez, a veces, olvidamos las cosa más sencillas y gratificantes: el contacto físico expresado en forma de abrazos. Muchas gracias por tu comentario.