A ver, ¿qué número?

A veces, cuando buscamos cuentos para trabajar las emociones de los niños nos fijamos en aquellos en donde aparece el miedo, los celos o la ira; y se nos olvidan otro tipo de emociones, también básicas y muy importantes, como el amor o la alegría. Emociones que, también, debemos trabajar con ellos.

Hace tiempo leí una novela en donde la madre de una niña se había propuesto decir todos los días a su hija al menos una vez cuanto la quería. Me pareció una opción tan buena que ya la copie hace mucho tiempo. Da igual que nos hayamos enfadado, -con un adolescente, un preadolescente y una niña de cinco años es una opción muy probable- una de mis tareas del día es que ellos sepan que les quiero.

El amor materno es incondicional, tengo que estar ahí -casi, casi como en el matrimonio: para lo bueno y para lo malo- y, aunque ellos lo saben me gusta recordárselo. No basta con que los niños sepan que les queremos tenemos que decírselo. ¿Por qué he elegido la noche para expresarlo? Es una buena idea irse a dormir después de haber oído que te quieren – aquí, escoger a quién se lo queréis decir: vuestros hijos, pareja, algún amigo… Los dos mayores están en ese momento en el que ya no tengo tanta importancia para ellos, pero no quiero que lo olviden, que piensen que no son importantes para mí o que por tener una hermana más pequeña han perdido interés para mí.

Editorial Kókinos

Por eso por las noches antes de que Ana se duerma le pregunto: ¿Te he dicho hoy que te quiero mucho? Ella siempre dice que no, la encanta que se lo diga y si es más de una vez mejor que mejor. Cuando la digo “te quiero mucho” ella siempre responde “yo más”, es el inicio del juego en donde su pregunta favorita es “a ver, ¿qué número?”. Os podéis imaginar los números que dice Ana, para partirse de risa y siempre gana ella que dice el «número más alto».

Este juego se inició con la lectura del cuento “Adivina cuanto te quiero” de Sam McBratney y publicado por Kókinos. Si buscáis este cuento en las librerias lo encontraréis en un montón de formatos: blandito de tela para que los más pequeños puedan estrujarlo y manipularlo o en formato pop-up que tanto les gusta por las sorpresas que les da a su maravillosa inocencia. Es una bella historia en donde dos conejos, uno pequeño y otro grande, intentan expresar lo grande que es su amor primero con las partes de su cuerpo y luego con diferentes distancias. El final es una verdadera declaración de amor y aunque muchos de vosotros lo conocéis dejo un huequito a la intriga para aquellos que todavía no lo concen. Ya os habréis dado cuenta de que los niños necesitan organizar, controlar en parte lo que les rodea, categorizar y poner número a cosas que no son numerables como el amor que sienten hacia nosotros. Los niños nos quieren, y mucho, y a veces, olvidamos que para ellos es importante que pensemos que nos quieren más que nosotros a ellos. Somos su referente, su guía, su modelo a imitar y, aunque algunos días nos pesen y no estemos de lo más acertados, también su amor hacia nosotros es incondicional.

A mí también me gusta que me digan que me quieren – ¿a quién no? –  y estoy dispuesta a decirlo muchas veces a todas las personas que quiero. Para que cuando no estén no pueda echar de menos haberlo dicho más veces.

No hay comentarios aún.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Diseñado por LAL