Voy a empezar mi blog con una confesión, sé que no es grave pero creo que para una buena comunicación con vosotros debéis saberlo: soy una apasionada de los cuentos. No creo que mi pasión llegue a adicción pero si es importante. Me gustan casi todos los cuentos: grandes y pequeños, en color o en blanco y negro, con mucho texto o con poco; así podría seguir a lo largo de estas líneas.
Si nos encontramos en una librería me verás en la sección de cuentos, perdida entre los numerosos y buenos libros “destinados” a los niños. Digo “destinados” porque yo, ya no tan niña, los disfruto como cuando era más pequeña.
En estos últimos años estamos asistiendo a un desarrollo exponencial de la literatura infantil, pero de la buena literatura. De un tiempo a esta parte vemos que las librerías ordenan sus libros no sólo por autores o editoriales, también por los temas que contienen los cuentos. Es probable, haciendo una metáfora muy libre, que podamos decir que los cuentos son los libros de autoayuda de los niños.
Cuando veo un cuento por primera vez me dejo llevar por su historia, por lo que me cuenta y me evoca. Después, busco para qué me puede servir: aborda el tema del miedo, la tristeza, el amor o un sinfín de temas más que me pueden ayudar a trabajar valores o, tal vez, hábitos alimenticios o higiénicos.
Si he titulado hoy mi entrada con “La importancia de contar” es porque creo firmemente que no podemos leer un cuento a los niños, debemos contárselo. Y esto implica que tengamos conocimientos previos del mismo, que lo hayamos leído, conozcamos sus personajes o historia para poder utilizar la entonación adecuada en cada parte del cuento, el lenguaje no verbal que puede delatar tantas cosas. Sólo de esta forma conseguiremos llegar al público que nos escucha con toda su atención, y todo su cuerpo, y que tan importantes son: los niños.
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